La firma nos invita a un viaje iniciático hacia la rebeldía. Femenino y masculino se enfrentan en el camino de una joven que deja atrás Europa para dejarse atrapar por Nueva York. Esta es la historia de Trussardi
Trussardi propone un camino donde la dualidad entre lo femenino versus lo masculino es la gran protagonista. Así, los trajes de chaqueta contrastan con vaporosos vestidos de grandes solapas, estableciendo un juego de opuestos entre la joven que abandona su ciudad natal y la mujer, fuerte y sensual, que Trussardi sitúa en Nueva York, en un hipotético viaje hacia la rebeldía.
El desfile arrancaba en un suave amarillo pastel, presentando pantalones de campana de aires setenteros, en trajes de chaqueta de doble botonadura y unas originales piezas metálicas sustituyendo la tradicional corbata. Este aire masculino se contrapone a ligeros vestidos de líneas fluidas.
La bomber vuelve a aparecer, en versión bicolor, igual que las camisas, que se combinan con pantalones anchos, chalecos y zapatos estilo Oxford a lo 'Annie Hall', lista para un picnic en Central Park. Los tes cuartos y las cazadoras de estampado de pitón sirven de abrigo sobre suéters de pico y de cuello cisne, dejando ver el primer atisbo de estampado. Éste se hace fuerte con la llegada de un sutil print floral en grises y ocres, que pone el acento lencero a las prendas.
La apuesta por la piel en diferentes acabados, se materializa en forma de cazadoras brillantes, bermudas, americanas y vestidos, llenando el final del desfile con sus maravillosas texturas.
El cuero, la seda y el lino se intercalan y entremezclan en diseños pulcros que se asoman al armario masculino. Y de ahí, la propuesta rescata chalecos, bermudas, trajes al más puro estilo 'dandy' y hasta un pijama para dar el contrapunto andrógino a vestidos más delicados. La paleta de color parte del crudo para teñirse de tonos tierra, azul y negro -también combinados- y, finamente, volver a degradarse hasta el amarillo y, de nuevo, el blanco.
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