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lunes, 26 de noviembre de 2012

Michael Fassbender, el cínico encantador

  Michael Fassbender, el penúltimo galán contemporáneo, no teme asumir riesgos interpretativos. Hablamos con él de su carrera.

 

Nació en Alemania (Heidelberg, 1997), que se crió en el condado de Kerry (Irlanda) y que actualmente vive en Londres -donde se formó como actor en el Central School of Speech and Drama- siempre que Hollywood no lo reclama y que adora a Daniel Day Lewis. Una descripción que podría explicar su espíritu viajero, su interés por no acomodarse, la fiabilidad alemana (como se dice de los coches) frente a la cámara y también su poderosa y camaleónica personalidad. En fin, tópicos aplicables a cualquier estrella en ciernes, que se encuentra en ese impasse de lograr una imagen pública modélica y reconocible. Su futuro va en ello. Pero es que Fassbender pelea a la contra, sin ir de chico malo, que no le pega. Con ese aspecto sexy pero entrañable y la seguridad que transmite cuando lo tienes a un metro, nada en él suena impostado. Ni siquiera cuando cuenta que le ha perdido el respeto a verse en pantalla, "porque cuando te ves tanto, casi te da un poco igual", o cuando defiende la privacidad de sus relaciones sentimentales.

La primera anécdota tuvo lugar durante el Festival de San Sebastián de 2011. El actor se presentó en su propia moto en Donostia con camiseta y vaqueros, su uniforme habitual, para defender Shame. Sin un séquito detrás, ni una corte de asistentes y relaciones públicas y con libertad absoluta para disfrutar de la ciudad de día y también de noche. Así conquistó, por lo menos, a periodistas y público y dio una imagen de cercana antiestrella cool. Acababa de ganar la Copa Volpi hacia unos días en Venecia con la película de su colega Steve McQueen y ya el coro griego que vocea las nominaciones a los Oscar repetía su nombre como un mantra. "Cuando te lo dicen tantas veces, das por sentado que acabarás allí sentado. Al principio no me importaba, pero cuando no me nominaron tengo que reconocer que me sentó muy mal", reconoce.

Puede ser que en sus palabras sobre Hollywood haya algo de cinismo, un rasgo que reconoce como "propio de mi personalidad y que de vez en cuando suelo prestar a alguno de mis personajes" o que, simplemente, forme parte de un plan para desmarcarse y poner distancia con la gran maquinaria hollywoodiense. Su apretada agenda, que debe ser tan envidiada dentro de la profesión como lo es su físico, le obliga a estar lejos de Londres y a dejar de lado algunas de sus aficiones confesables. "Cuando no estoy rodando o tengo promocionar películas alrededor del mundo, también quiero poner en marcha proyectos como productor, por eso dedico mucho tiempo a reunirme con guionistas". Y, ¿si no está trabajando? "Me gusta la música y viajar en mi motocicleta. También conducir karts en un circuito".

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