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domingo, 30 de septiembre de 2012

Balenciaga


Faldas de volantes, cortes irregulares, cuerpos que acortan su largo hasta dejar al aire el estómago, prendas que insinúan y tejidos innovadores que cobran nuevas dimensiones conforman la propuesta de Balenciaga. La próxima primavera, continuan con su hegemonía el blanco y el negro aunque el azul adopta, esta vez, un papel relevante.

Balenciaga muestra su particular visión de la moda, con un estilo propio que traslada lo mejor del estilo clásico a los códigos contemporáneos

Nicolas Ghesquière vuelve a demostrar que tras sus colecciones hay un concepto sólido, más allá de modas pasajeras. Elementos tradicionales como los volantes, conviven en armonía con cortes limpios y sencillos, casi radicales. Es así como brota una concepción nueva de la silueta femenina, pues, aunque el revival está presente en la inspiración de los zapatos, y en los trajes con referencias a los ochenta, Balenciaga presenta algo diferente, como si naciera de una vez por todas el verdadero estilo del siglo XXI.



Para empezar su desfile, Ghesquière ha mostrado la parte más clásica de la colección, con unos minivestidos de volantes, cuyos escotes son la versión en tela de un arco flamígero dado la vuelta. Los volantes forman un peplum en su paso por el vestido, caminando hasta el remate de las faldas y haciéndose fuertes también en las mangas. Aunque domina el color negro, el enredo de los volantes -de inspiración española- deja ver otros tonos al reverso que contrastan con él, como el blanco o el rosa.


Tras este comienzo, se ha producido un giro hacia la inspiración masculina, con trajes sastre de líneas sueltas, en los que el maxichaleco sustituye a la americana, para revelar en su interior un bandeau que deja el abdomen a la vista. Pero el diálogo continúa y la primera parte de la colección se une de manera genial con la segunda: largas faldas de volantes se combinan con tops de formas geométricas, sencillos y minimalistas. El contraste es absoluto, y camina entre una feminidad clásica y unos cortes sorprendentemente modernos.



Pero también ha habido espacio para las prendas básicas como los maxiabrigos y los pantalones sastre, junto a camisas de encaje blanco, trajes de tweed y esas cazadoras que son ya prenda obligada en Balenciaga. De nuevo asistimos a esa dualidad, entre la frescura del cuero y los vestidos de estampados gráficos, y la solemnidad del tweed, convertido en trajes de falda y chaqueta, que evocan la cara más icónica de la moda.


Balenciaga interpreta, adapta y reinventa los códigos clásicos de la moda, para convertirlos en prendas contemporáneas, cargadas de estilo y frescura.


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