De Saskia de Brauw a Anja Rubik. De
Kate Moss a Gwen Stefani. Así se lleva y se encarna el trabajo de Hedi Slimane
Que la música puede cambiar la vida de las personas es algo
que puede ser a hipérbole si no se ha experimentado. Pero lo cierto es que hay
existencias que quedan marcadas para siempre por la causa y efecto de una
canción, de un disco o de un artista. Cuando eso sucede es como si esa persona
hubiera sido impactada por un rayo, la electricidad recorriera su cuerpo y se
quedara activa dentro de él para siempre. Sus gestos irán para siempre
acompañados por pequeñas descargas y esa persona se convertirá en eléctrica,
así como sus actos será electrizantes. Con la música pasa exactamente así. Una
canción que, de pronto, establece una conexión inesperada y brutal con quien la
escucha. Un disco que parece contar con cada uno de sus temas todo lo que le
importa a quien lo ha puesto. Un músico que representa la perfección para quien
lo admira.
Con Hedi Slimane sucede así. Todo lo que le rodea y todo lo
que toca está cargado con la electricidad de la música. Su mirada, sus
fotografías, sus poses, los personajes que retrata y, por supuesto, la ropa que
diseña. Tiene el don de convertir en estrella de rock a todo el que retrata.
También tiene el don de diseñar la ropa que las estrellas de rock quieren
llevar. Y, a la vez, tiene el don de crear prendas que convierten al que las
lleva en una estrella de rock. Él es la banda sonora. Él es el rayo.
Fue así en su etapa en Dior Homme, durante la que dibujó la
silueta del rock más sofisticado y más cool. Los pantalones pitillo más pitillo
del mundo, las americanas más entalladas, las camisas blancas más perfectas y
con la mayor intención jamás imaginada. Ellos querían vestir de Dior Homme,
ellas también. En ambos sexos cobraba un significado pleno y diferente. También
ha sido así en la etapa que permaneció alejado del diseño de moda y entregado
en cuerpo y alma a la fotografía. Las imágenes de las primeras filas del
festival de Benicàssim, los retratos a Courtney Love y a Frances Bean Cobain,
las fotografías de los chicos más guapos del mundo que fuman vestidos con
vaqueros y camiseta blanca, las de Natasha Poly, las de Arizona Muse, las de
Agyness Deyn. Las de Los Ángeles, su cielo y las palmeras que le hacen
cosquillas con sus hojas.
Y ahora es así en Saint Laurent. Empezó en la tipografía del
nuevo nombre que eligió para la mítica firma. Continuó con las imágenes que fue
dosificando en el juego de misterio de moda más genial del último tiempo –como
la de los brazos tatuados del cantante de Girls– y se ha materializado de una
forma vibrante y emocionante con la sesión de Anja Rubik y la Saskia de Brauw
con las piezas de la primera colección que presentó en París. Anja convertida
en una poderosa afrodita del rock en habitaciones palaciegas, reinventando las
posibilidades de un backstage. Saskia convertida en Yves Saint Laurent –casi
literalmente– posando para la campaña masculina con las prendas que todas las
estrellas del rock van a volver a querer porque quien las lleva se convierte,
instantáneamente, en una de ellas.
Las primeras en llevar las prendas y accesorios de la
colección de primavera/verano 2013 de Saint Laurent han sido, por supuesto,
estrellas del rock. Courtney Love, Gwen Stefani –sí, hace pop para las masas.
Pero ella es tan rock que suelta chispas–, Kate Moss. Después de su desfile
muchos hablaban de la influencia de Anita Pallenberg, la mayor groupie de la
historia del rock, en los looks que acababan de ver sobre la pasarela. Pero su
sucesora estaba en primera fila. Sí, Kate Moss. Ella, que siempre ha dicho
cuánto le gusta y le ha influido Anita, encarna su espíritu salvaje. Y parece
que para ella ha sido diseñada esta colección. Para ella y para las mujeres que
aman Los Angeles y que con su paso captan su lado más oscuro. Hedi Slimane es
el rayo que todo lo electrifica. Él es la banda sonora. Y esto es hoy Saint Laurent.
Mientras medio mundo de la moda se hacía cruces por el atrevimiento de Slimane en cambiar el legendario nombre, otro medio se emocionaba por el espíritu renovador –y un poco punk– de Slimane y todos a la vez buscaban claves casi masónicas en las nuevas iniciales.
París temblaba el dos de octubre de 2012, del mismo modo en que tembló la pasarela cuando unos gigantescos altavoces se desplegaron en el techo y empezó a sonar una versión de quince minutos de Daft Punk sobre temas de Junior Kimbrough. Sobre ella, las obsesiones de Hedi Slimane reinterpretadas bajo el filtro Saint Laurent: el color negro, los cazadoras de cuero.
Si el witch house fue el género musical que hizo
emocionante a 2011, el witch rock de Hedi Slimane ha sido la banda sonora de
2012. Los (deseables) sombreros de ala híper ancha con el que tocó a sus
modelos, los vestidos vaporosos de inspiración 70's, y la mirada de las modelos
eran una invocación a un aquelarre de brujas moderno tan cool como hipnótico.
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