La casa italiana presentó una colección más madura y contenida, sin renunciar a su vertiente más sensual.
"Belleza regia", así definían Pier Paolo Piccioli y Maria Grazia Chiuri su colección, que, según los directores creativos de Valentino, quiere transmitir una sensualidad severa. Lo lograban desde las primeras salidas, en un profundo azul tinta que coloreaba capas y transparencias, dos elementos que protagonizan la colección junto a brocados dorados de aires medievales, suavizados por el espíritu prerrafaelita de los estampados vegetales. Entre estos últimos destaca una larguísma capa que reproduce El árbol de la vida, del artista decimonónico William Morris.
El rojo Valentino o rojo español, que daba sentido a la casa en tiempos de Garavani, se reduce a tres salidas en unos imponentes vestidos de noche con plisados y capas. Y del mismo modo que comenzaba, el desfile se cerraba con un oscuro azul, en unos diseños que nuevamente nos acercan a la alfombra roja, con transparencias de encaje y cortes al láser.
Aunque hubo espacio para el rosa bebé y el amarillo pastel, las inclinaciones hacia una clientela más adolescente de las últimas temporadas, parecen haber cedido en favor de una mujer más madura y sofisticada.
El rojo Valentino o rojo español, que daba sentido a la casa en tiempos de Garavani, se reduce a tres salidas en unos imponentes vestidos de noche con plisados y capas. Y del mismo modo que comenzaba, el desfile se cerraba con un oscuro azul, en unos diseños que nuevamente nos acercan a la alfombra roja, con transparencias de encaje y cortes al láser.
Aunque hubo espacio para el rosa bebé y el amarillo pastel, las inclinaciones hacia una clientela más adolescente de las últimas temporadas, parecen haber cedido en favor de una mujer más madura y sofisticada.
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